Entre las numerosas señales que recibo a diario de la recuperación económica, no todas provienen de una manera o de otra de la propaganda progubernamental. También he detectado signos incontrovertibles en la microeconomía de los barrios madrileños. Aquí traigo a colación dos ejemplos que incumben al castigado sector del estilismo o, como también se dice, peluquería. Compárense las dos imágenes que adornan este texto, ambas correspondientes a ese tipo de carteles que comerciantes y pequeños empresarios tienen por costumbre situar en anchas aceras para informar amablemente a los despistados peatones. A la izquierda, he recuperado de mi archivo de la crisis la instantánea de la “Alta peluquería de caballeros” (octubre de 2012). Como se puede ver, es un cartel ilustrado a todo color, con llamativa foto de modelo masculino, y, pese a tanto esmero ―ahí está la marca inconfundible de la recesión―, con detallados e irrisorios precios, de 5 euros para niños y jubilados y de 6 euros para caballeros. La otra foto, la de la recuperación (septiembre de 2016), demuestra por un lado la típica desgana en el diseño de quien no tiene que hacer demasiados esfuerzos para conseguir clientes; sin modelo, sin trabajado juego de tipografía y colores: una simple pizarra escrita con tiza y apoyada de mala manera en una esquina entre andamios ―el símbolo urbano de la prosperidad hispana―. Y, lo que es más significativo, sin rebajarse a concretar las cantidades. Se limita a alardear, yo diría que chulescamente, de “grandes precios”.
A.S. LORENZO | 3 DE OCTUBRE DE 2016