Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se horrorizó. «Oh, venerado suegro», suplicó, «no destruyas mi fe de que son imposibles los milagros». El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe
Anónimo
Buceando en la web del escritor puertorriqueño Luis López Nieves (1950) di con este anónimo microrrelato chino y reviví el deslumbramiento que me produjo cuando lo leí por primera vez, en la Antología de la literatura fantástica de Borges, Ocampo y Bioy (donde se precisa que fue citado, en 1915, por Herbert A. Giles en Confucianism and its Rivals), de modo que he vuelto intermitentemente a esta milagrosa selección con la idea de revivir otros prodigios, y a fe que ―gracias a los inmortales recopiladores― lo voy consiguiendo.