Son muchos los libreros que han descubierto con asombro que los márgenes comerciales del café sí que son de fábula (redondeémoslos entre el 500 y el 1.000%, frente al 20 o 25% de los libros), y, como un buen café y un libro combinan de maravilla si el camarero no mete prisas y el entorno es agradable, han proliferado acogedoras librerías-cafeterías que han conseguido salvar los anaqueles. Las hay de nueva planta, mientras que otras han sabido y podido incorporar esta fantástica línea de negocio, que en no pocos casos ha supuesto su balda de salvación. Porque, como es sabido, el comercio del libro no anda boyante, y la desesperación hace mella en los libreros tradicionales.
Esta otra opción de la librería de la foto es, cuando menos, innovadora. Quizá parezca una locura, una idea nacida de la desesperación, pero si bien se mira tiene su lógica: llegas a casa después de un duro día de lo que sea, te pones las pantuflas y lees un libro cómodamente repantigado en un sofá. Habrá que estar atentos a ver cómo le va, o si el establecimiento termina acoplando una máquina de café y, como sugiere la foto, una terraza con unas sillas y unas mesas (sin que eso suponga descartar las zapatillas). Porque me temo que el margen del calzado, aun triplicando el de los libros, no le llega a la suela de los zapatos al del café.