Ya se sabe que las prisas, azuzadas por Internet, provocan estas cosas. Nada especialmente grave si, como se hizo, se rectifica. Pero no me resisto a publicarlo aquí porque me recordó una reflexión de Fernando Lázaro Carreter (1923-2004) sobre el abuso de este vocablo y el consiguiente ninguneo de otros. Esto es lo que decía el filólogo socarrón, que dirigió la Real Academia Española entre 1992 y 1998, en la recopilación de artículos El nuevo dardo en la palabra (2003):
Seguro que aún abundamos los capaces de encontrar normales cosas así: «Las lluvias causan estragos en China»; «El fracaso de las negociaciones produjo consternación en la gente», «El incidente motivó la suspensión del acto», «La metralla le ocasionó heridas leves», «Lo que dijo el simplón del alcalde ha suscitado comentarios muy jocosos», «Su actitud va a determinar que lo abandonen los amigos», «La noticia ha originado una nueva caída de la Bolsa» etc., etc. Pero las palabras escritas en cursiva [o redonda, según donde se lea] parecerán superfluas a muchos informadores, que están a punto de enterrarlas y de izar sobre su tumba, en medio del camposanto, la bandera de provocar. Si en las frases anteriores sustituimos los vocablos señalados por el verbo provocar, estaremos hablando el lenguaje de la modernidad. Vítor.