El querido y añorado amigo Sejo Arana, igualmente conocido como José Manuel González Areán (Ourense, 1955 – Granada, 2016), impulsó en este blog la sección Gazapos y culebras a partir de un archivo que había recopilado en los ratos libres durante sus años de trabajo como funcionario en Granada. Una vez alcanzado el ansiado retiro de los de su gremio, a los sesenta años, se había propuesto hacer muchas cosas, y ordenar y publicar ese archivo era una de ellas. Pero apenas le dio tiempo a nada. Medio año después de la jubilación recibió el primer aviso de una brutal enfermedad que se lo llevó en pocos meses muy tristes.
Por aquello de la brecha generacional (dos años y medio, un mundo insalvable en la infancia y la adolescencia, pero solo «un pestañeo, el batir de las alas de un colibrí, un latido, un suspiro», en la edad adulta), no conocí al Sejo hasta la primera juventud, allá en nuestra tierra natal. Como por entonces yo vivía la mayor parte del tiempo en Madrid, coincidimos pocas veces, pero compartimos algunas experiencias muy intensas en unos años (finales de los setenta, principios de los ochenta) en los que casi todo era magnífica o estúpidamente intenso. Luego él se fue a vivir a Granada, donde había ganado una plaza de funcionario, y empezamos a vernos de lustro en lustro, grosso modo. Pero siempre mantuvimos el contacto telefónico y, en los últimos tiempos, también por Whatsapp, un invento que al Sejo le encantaba ―demasiado, para mi gusto―.
A medida que hago memoria me doy cuenta de que la nuestra fue una amistad trabada en la distancia. Una amistad conversacional. Quizá por eso echo tanto de menos nuestras doctas charlas intrascendentes, su entusiasmo por la ciencia ―uno de sus temas predilectos― y por la lengua ―puede que para darme baza―, y lo bien que me lo pasaba cuando encadenaba sarcasmos frente a sus abundantes y cada vez más poderosos enemigos ―de la ciencia y de la lengua, claro está―. Y echo en falta su voz, aunque en este momento resuene grata y dolorosamente en mis oídos (el aviso del Whatsapp, no, no lo añoro). Su amistad, en una palabra, una palabra que, según convinimos en aquellas agudísimas pláticas, hoy ha perdido buena parte de su significado ―ah, los amigos del Facebook―, el que identifica a quien siempre podrás decirle lo que piensas o lo que sientes, aunque sepas que no le va a gustar ―y viceversa―, porque por eso sois amigos.
Con esta página, en Cita a las Diez queremos honrar su ingenio, su humor amable frente a los errores o las gracias periodísticas involuntarias y su indispensable mala leche frente a la negligencia y la ignorancia disfrazadas de autoridad y conocimiento. Reunimos aquí los pocos gazapos de su archivo que el Sejo pudo enviarnos, cinco de ellos inéditos, aderezados con sus breves y mordaces comentarios. Estamos seguros de que arrancarán más de una ―y más que una― sonrisa.
A.S. LORENZO | 20 DE MAYO DE 2016
Un pestañeo, el batir de las alas de un colibrí, un latido, un suspiro… Es como si alguien me pregunta por el tamaño del sistema solar y yo, para que se haga una idea, le digo que es muchísimo más grande que una hormiga.
Y en unos días cumplirá los tres años, 17 kilos y 15 meses.
Por un “procedimiento banal”. Se ve que alguien presentó una instancia en el registro del ayuntamiento por cualquier tontería, al alcalde le dio un soponcio y hubo que ingresarlo.
Verdaderamente exóticas, las aves. Eso sí, hay que visitar el zoo con paraguas. Los bisontes, ya se sabe…
Vaya, según el pie de foto, Alfonso XIII hizo posible el furor inaugurador de pantanos de Franco. Él inauguraba los ríos.
Lo fino que hila la policía, debiera desalentar a posibles ladrones de cometer futuros robos. No se les escapa ni una. Trabajan con la tesis de que el móvil del atraco ¡fue el robo! El hecho de que se llevaran el dinero no hace más que reforzar esta teoría. Van por buen camino las pesquisas, desde luego.
Es que son unas horas muuuuy intensas. Por eso cinco se hacen siete. O, por poner un símil meteorológico, son cinco horas pero la sensación horaria (térmica en lo meteorológico) es de que son siete.
¡¡¡56.000 kilómetros cuadrados!!! Más extenso que la Comunidad de Aragón. ¡Y con una altura de 25 metros cuadrados por encima del nivel del mar! Curioso islote.
Nueva unidad de medida: el kilómetro luz (“kilometro”, para ser exactos).
Muy útil para medir la distancia que separa la mente del articulista del conocimiento. Es inmensa.
Y si se llega a producir a una profundidad profunda, con una intensidad de 2,2 grados ni se hubiera notado.
Ya es peligroso conducir un coche que no haya pasado la ITV, pero un coche sin carné es un arma letal.
A ver, en el vértice superior izquierdo, en el vértice superior izquierdo… Nada, que no consigo imaginarme dónde recibió el tiro la pobre víctima, pero, eso sí, tiene pinta de ser grave la cosa.
Obviamente el articulista es 100% animal (burro, concretamente). Ni un trocito de dinosaurio tiene el pobre.