Todas las cosas externas participaron de la espantosa locura de aquel manuscrito infernal; incluso los ruidos de los insectos nocturnos y de los animales del bosque tomaron la forma de murmullos horribles y pisadas furtivas de seres espantosos, y los quejidos del viento en la noche se tornaron en la risa obscena y perversa de las fuerzas del mal que dominan el espíritu de los hombres
Robert Ervin Howard
La ominosa lectura de los lóbregos sintagmas del proyecto de ley de seguridad ciudadana me hizo recordar vívidamente que llevamos cinco penosos años perdidos por tétricos pasadizos lovecraftianos, en los que hemos ido
descendiendo por una escalera abominable ―húmeda, impregnada de un color muy peculiar― que se enrosca interminablemente en las entrañas de la tierra, entre muros de chorreantes bloques de piedra y yeso desintegrado.
Ahora pregonan que, súbitamente, hemos tocado fondo, pero al mirar a nuestro alrededor vemos que se extiende ante nosotros
el paisaje ilimitado de un mundo interior: una inmensa costa fungosa, iluminada por una columna de fuego verde y bañada por un vasto río oleaginoso que mana de unos abismos espantosos, insospechados, y corre a unirse con las simas negras del océano inmemorial.
Así que esto es la recuperación, nos dijimos, y, de perdidos al río, nos lanzamos a
aquel jugo pútrido de las entrañas de la tierra antes que nuestros locos chillidos pudieran hacer caer sobre nosotros las legiones de cadáveres que aquellos abismos pestilentes ocultaban.
Sin dejar de preguntarnos:
¿Es posible que sobre este planeta se hayan engendrado tales abominaciones, y que unos ojos humanos hayan visto en carne y hueso lo que hasta ahora pertenecía solamente al reino de la pesadilla y la locura?
1 DE FEBRERO DE 2015
(Salvo el primero, que está en La piedra negra, de Robert Ervin Howard (1906-1936), los pasajes citados moran en el inframundo del indestructible Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), en los impíos relatos El ceremonial (segundo, tercero y cuarto) y La sombra sobre Innsmouth. Los hemos copiado del libro de Alianza Editorial Los mitos de Cthulhu, con traducción de Francisco Torres Oliver y Rafael Llopis.)