Acabo de ver La gran belleza con mucha ilusión y me he llevado el típico chasco de tres pares. Con mucha ilusión, pero no porque le hayan dado el Oscar de 2013 a la mejor película extranjera, que también, sino porque su director es el napolitano Paolo Sorrentino, que firma a medias el guion con Umberto Contarello, y por su protagonista, Toni Servillo. La ilusión venía de un extraordinario largometraje de 2008 que estuvo nominado para el Oscar al mejor maquillaje, pero que no lo logró: Il Divo, con dirección y guión (entonces se escribía con acento) de Sorrentino, y con Servillo en el papel de Giulio Andreotti (1919-2013), que es de quien trata la historia.
Entre 1972 y 1992, el político democristiano fue siete veces presidente del Gobierno italiano y veinticinco veces ministro. Una asombrosa longevidad política que da pie a Sorrentino a poner en su boca este relato, que hasta se podría considerar macabro si se tienen presentes los supuestos vínculos entre Andreotti y la Mafia:
“Le quedan seis meses de vida”, me dijo el médico cuando me llamaron a filas. Años después lo busqué para hacerle saber que había sobrevivido. Pero había muerto él. Siempre ha sido así. Los demás me vaticinaban el final y yo sobrevivía. Morían ellos. A cambio, toda la vida he sufrido un atroz dolor de cabeza.
El político también habla con conocimiento de sus abundantes y poco halagadores alias
Guerras púnicas aparte, me han acusado de todo lo sucedido en Italia. En el transcurso de los años me han honrado con numerosos apodos: “El divo Giulio”, “La primera letra del alfabeto”, “El Jorobado”, “El zorro”, “El Moloch”, “La salamandra”, “El Papa negro”, “La eternidad”, “El hombre de las tinieblas”, “Belcebú”. Pero nunca me he querellado por un solo motivo: poseo sentido del humor.
antes de volver sibilinamente al tema de los secretos (y, quizá, de la Mafia)
Y poseo otra cosa: un gran archivo, ya que no tengo mucha imaginación. Y cada vez que hablo de ese archivo, quien debe callar, calla, como por arte de magia.
Andreotti dice lo último y la frase que da título a esta entrada (en línea con otra cita de Agatha Christie) en el primer cuarto del film. Hacia el último cuarto, redondea el tema con un desliz que lo contradice y hasta lo humaniza:
―Francesco, debo confesarte algo que nunca le he dicho a nadie, ni siquiera a mí mismo.
―Dime, Giulio.
―Pero que quede entre nosotros.
―No sería la primera vez.
―Siempre he tenido un secreto, una pasión. Una pasión por Mary Gassman, la hermana de Vittorio. Ella nunca lo ha sabido ni me ha correspondido. Ni lo habría hecho aunque lo hubiera sabido. Era maravillosa… Mary Gassman. Me quitaba el sueño y la respiración. En el instituto no paraba de pensar en ella. Luego me casé… y la olvidé.
3 DE JULIO DE 2014