Cita a las Diez

‘Salgheirón’ | La señal de tráfico que salvó el mundo

Señal de prohibido el paso y fábrica de Massó, en Cangas do Morrazo.

El título de esta crítica de Salgheirón es una hipérbole que probablemente nunca admitiría el autor del libro, el típico periodista riguroso y documentado hasta la médula. Porque no fue solo una señal de prohibido el paso, fueron varias, y no fueron solo las señales, sino, sobre todo, la revuelta de vecinos, pescadores, ecologistas, activistas y algunos políticos contra una agresiva operación inmobiliaria. Y tampoco salvaron el mundo en su totalidad, sino su mundo, su naturaleza, la riqueza pesquera de un espacio singular, la fuente de recursos de cientos de familias de Cangas do Morrazo, en la ría de Vigo. Pero como yo no soy periodista, me tomo la libertad de no titular esta asombrosa epopeya de comienzos de siglo con “Las señales de prohibido el paso que contribuyeron a evitar la destrucción de parte de la costa de Cangas”.

Porque lo cierto es que cuando los promotores del macroproyecto inmobiliario vieron las imágenes de sus tráileres, excavadoras y camiones detenidos por una solitaria señal de tráfico custodiada por un joven sentado en un taburete y leyendo una revista no se lo podían creer. Iban a perder una fortuna por culpa de un miserable prohibido el paso.

¿Cómo pudo pasar algo tan rocambolesco? ¿Sucedió realmente? ¿O el final de la historia fue otro?

Para despejar las dudas habrá que leer Salgheirón, la grandiosa crónica de cinco años de lucha de activistas, vecinos y pescadores contra una alianza de especuladores inmobiliarios, políticos de los principales partidos, jueces de todas las instancias, burócratas, fuerzas del orden, Norman Foster, entidades financieras, medios de comunicación, Abel Caballero y gobiernos locales, autonómicos y centrales, junto a otros muchos dispuestos a participar en la red de favores. Con una minuciosidad apabullante y un lenguaje transparente, Primitivo Carbajo relata la historia desde su origen, a finales del siglo XIX, con la creación de la empresa que se convertiría en la mayor conservera de Europa.

Pintadas en Cangas contra un puerto deportivo.

Aquí seguiremos la historia desde algo más tarde, cuando, con la intención de ganar cientos de millones de euros en un pispás, en 2004 se pone en marcha un pelotazo inmobiliario clásico en terrenos de dominio público. El sitio es el polígono del Gran Casino de la Sardina, el predio de la superfábrica conservera de Massó en la localidad gallega de Cangas do Morrazo, en la punta de O Salgueirón (el título del libro, Salgheirón, utiliza la grafía del dialecto de la zona, la gheada, equivalente a Saljeirón). La empresa, cerrada en los años noventa del pasado siglo, había dejado al albur unas golosas 20 hectáreas de terreno con un kilómetro de litoral, y sobre ellas se lanzaron los tiburones, en plena burbuja inmobiliaria, con un proyecto que incluía una urbanización de 700 viviendas con vistas a la ría y un puerto deportivo con 400 amarres. Contaban con apoyos encumbrados para soslayar las ilegalidades urbanísticas y costeras, como se iría viendo a medida que aparecían obstáculos en su camino.

Al principio, cuando comienzan formalmente las obras, en 2005, los obstáculos eran unos pocos activistas. Tan pocos que el autor, que siguió los hechos como periodista, se permite el lujo de citarlos a todos. “Todos los días se repetía la misma película muy de mañana. No tardaban en llegar un par de camiones, los activistas les cerraban el paso, los vehículos aparcaban y el encargado llamaba a la Guardia Civil, que desplazaba una patrulla para comprobar que un grupo más o menos numeroso de activistas ―entre los que señalaba a algunos― impedía el paso del camión al recinto; los agentes hacían el atestado y entregaban las diligencias al juzgado, que calificaba los hechos como falta de coacciones”.

Frente al idílico salto a la modernidad, corean pareados como “Non, non, non, á marbellización” y consignas menos elaboradas como “Ladróns, ladróns, ladróns”

Pronto los descontentos van en aumento y su fuerza también. A los pocos días dos mil personas salen a la calle “en manifestación airada”. Frente al idílico salto a la modernidad que venden los promotores, corean pareados como “Non, non, non, á marbellización” y consignas menos elaboradas como “Ladróns, ladróns, ladróns” y “Cangas non se vende”. Esta última se convertiría en el leitmotiv de los opositores, que querían crear un gran parque público en el predio y dejar la costa como estaba.

En el otro bando, van enseñando sus cartas los aliados de los tiburones, desde la caja de ahorros gallega Caixanova (cuyos principales directivos acabarían en prisión por otro motivo) hasta políticos del PSOE, PP y nacionalistas, medios de comunicación y jueces dispuestos a dictar sentencias sorprendentes. Incluso se cuela en la pantalla el arquitecto Norman Foster con un proyecto del que se cachondea Primitivo Carbajo, a pesar de que daría a la zona “proyección internacional” y convertiría Cangas, que, con 38 playas, tiene uno de los litorales más extensos y bellos de la península (doy fe), en “referencia arquitectónica mundial”. Los folletos propagandísticos aseguraban que millón y medio de personas pasarían cada año por el Salgueirón, muchos de ellos para ver in situ la obra de Foster.

Pero tanto el autor del libro como numerosos vecinos no se lo acaban de creer. Demasiado hermetismo con las cifras (los promotores hablan de un beneficio de 337 millones de euros), demasiados atajos legales para privatizar patrimonio público y para poner en peligro una zona pesquera y mariscadora muy especial que da trabajo a centenares de cangueses.

Portada de ‘Salgheirón’, de Primitivo Carbajo.

Y sucede lo que parecía imposible: las movilizaciones masivas y las escaramuzas cotidianas de activistas y vecinos frente a la maquinaria de la constructora consiguen que no entre un solo vehículo en la obra durante dos largos años de enfrentamientos. Y eso que la empresa se hace llamar Construcciones Dios.

Mientras tanto, se disputa otra guerra en los juzgados y en instancias administrativas. Uno de los recursos de los opositores se presenta ante la Autoridad Portuaria de Vigo (APV), presidida entonces por Abel Caballero, que lo rechaza afirmando que la concesión no solo es correcta, sino impecable. Años más tarde, en 2013, el Tribunal Supremo la anularía.

En 2007 el Gobierno gallego suspende dos años las actuaciones en la línea de costa y vuelve la calma a la zona. Hasta 2009, cuando aparece una nueva constructora de nombre menos grandilocuente que la anterior pero con una baza más eficaz: un auto judicial que ordenaba a la Guardia Civil proteger del acoso a los trabajadores. Ahora las fuerzas del orden detienen a los vecinos que se plantan delante de la maquinaria, y así logran entrar los primeros camiones y empiezan las obras, aunque a falta de un pequeño detalle burocrático: carecen de licencia municipal.

Sucede lo que parecía imposible: las movilizaciones consiguen que no entre un solo vehículo en la obra durante dos años. Y eso que la empresa se llama Construcciones Dios

Para entonces la oposición al proyecto cuenta con el apoyo decidido de la Cofradía de Pescadores, que moviliza a miles de personas para la causa. En el mar, frente a las obras, fondea el Rainbow Warrior, de Greenpeace.

Digamos que los ánimos están muy caldeados. Y aquí es cuando surge la genialidad administrativa que consigue paralizar el auto judicial. El concejal Mariano Abalo, con informes del arquitecto municipal, Alfonso Lage, y del jefe de Policía Local, Alberto Agulla, descubre que parte del camino que utilizan los vehículos para acceder a la obra pertenece al ayuntamiento. Y como es de uso peatonal y no reúne las condiciones para la circulación de maquinaria pesada, propone en junta de gobierno la instalación de una señal de dirección prohibida para vehículos de más de 3,5 toneladas.

El 1 de junio de 2009 se coloca la señal. Por la noche, la roban.

Los camiones siguen transportando roca para construir el puerto deportivo entre continuos enfrentamientos con vecinos, algunos de los cuales son detenidos. El 15 de junio se repone por fin la señal robada y enseguida hay voluntarios que se comprometen a protegerla día y noche. Una pareja de la Guardia Civil intenta quitarla por la fuerza, pero un concejal hace valer la competencia exclusiva de la Policía Local en el asunto. Los camiones cargados estacionan en fila, sin atreverse a pasar la señal.

Un mozo sentado en un taburete, con tenis y vestido de verano leyendo una revista, un transistor y el móvil. Ninguna arma. ¿Y aquello impedía la ejecución de un proyecto de Foster?, ¿una señal de tráfico custodiada por un perroflauta?

Este podría ser el fin de la historia. Sin embargo, aunque la guerra parece ganada, las batallas continúan durante unos meses con creciente intensidad. Los constructores buscan nuevas vías de acceso, una carga de la Guardia Civil contra una sentada de 50 personas para impedir su paso acaba con 16 detenidos, una manifestación convocada después por la Cofradía congrega a unas 5.000 personas al grito de “Son mariñeiros, non terroristas”. Frente al Salgueirón se concentra un centenar de barcos el 15 de agosto con el respaldo de la Federación Española de Cofradías. “El patrón mayor, Evaristo, semejaba ser el almirante de una escuadra. Lo era, de una escuadra cívica, variopinta e inerme que formaba la flota canguesa”.

El ayuntamiento coloca en agosto tres nuevas señales que prohíben el paso de vehículos pesados a la Finca Massó por vías indirectas. El 24 de septiembre de 2009, el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia desestima el recurso de la Cofradía de Pescadores contra la concesión del puerto deportivo. Al conocer el fallo, un grupo de marineros y activistas cierra las puertas del salón de sesiones en el pleno municipal y retiene a la corporación durante 20 minutos profiriendo gritos contra los concejales y lanzándoles huevos.

Se coloca otra señal. La última.

Pese a la sentencia favorable, “con todos los accesos al Salgueirón prohibidos por señales de tráfico”, el 19 de diciembre de 2009 la constructora retira maquinaria y operarios y ya no regresa.

“Siempre me mintió, solemne e impávido. Abel Caballero conoció el engaño administrativo y las ilegalidades de tramitación del puerto. Prevaricó a conciencia”

¿Al fin el final? Como buena película de terror, Carbajo cuenta que esta tiene un desenlace inquietante, ese tipo de desenlace que sugiere que, posiblemente, habrá una secuela (Salgheirón 2), con un monstruo más temible.

No sé si más temible que los monstruos que en la actualidad pueblan las cúpulas empresariales de tantos medios de comunicación. Por eso el periodismo no pasa por su mejor momento, pero sigue habiendo periodistas valientes que dignifican la profesión en estas terribles circunstancias. Este libro es un excelente ejemplo de lo que el periodismo puede sacar a la luz con una investigación minuciosa ante la que nada pueden objetar los poderes establecidos. Bueno, poder sí pueden, si bien con propaganda, gritos y mentiras. O, peor todavía, extendiendo un manto de silencio.

Imagen de Primitivo Carbajo, autor de ‘Salgheirón’.
Primitivo Carbajo Centeno

En una crónica como es debido no todo son datos contrastados. También interviene el plumilla, con su presencia y su interpretación personal de lo que descubre. Primitivo Carbajo, que vivió la historia del Salgueirón muy de cerca a lo largo de los años, derrama sarcasmo y retranca en sus reflexiones. Sin llegar a adquirir el protagonismo del que pecan otras crónicas, comenta sin medias tintas sus encuentros y desencuentros con personajes de la trama, y alguna investigación fallida por principios deontológicos que a muchos, hoy, les resultarán difíciles de entender.

Para hacernos una idea, reproduzco un perfil de Abel Caballero, hoy alcalde de Vigo y entonces uno de los adalides del puerto deportivo.

Lo entrevisté ampliamente no menos de media docena de veces a lo largo de los años y siempre dio titulares rompedores. […] Algo aprendí de sus gestos de mal actor con muchas tablas, de su manera de culebrear para sortear cuestiones incómodas, de su innegable capacidad para el engaño solapado o diáfano. Como en las reiteradas veces en que le pregunté por el Salgueirón, cuando era presidente de la APV y después. En todas mintió, solemne e impávido. […] Él conoció el engaño administrativo y las ilegalidades de tramitación del puerto deportivo. […] Prevaricó a conciencia. Por rendir réditos a sus amigos de Caixanova y de Madrid, a costa de la ría y de Cangas.

Se refiere al alcalde que en las elecciones municipales de 2019 ganó en todas las mesas electorales, algo insólito en las grandes ciudades españolas.

Galicia ha sido la cuna de grandes periodistas, quizá por la innata manía de preguntar de los nativos. Primitivo Carbajo Centeno (Zamora) demuestra en Salgheirón que es uno de ellos.

A.S. LORENZO


Salgheirón
Primitivo Carbajo Centeno
Edicións Morgante, edición en gallego, 284 páginas

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