Como portavoz honorario ―sin cargos― de Cita a las Diez tomo la palabra para explicar, en un elegante decálogo, el objetivo ―el fin― y los principios que rigen esta web.
1) De ayer y de hoy
Son ya unos cuantos años resaltando textos, así que en el blog tienen cabida frases de hoy y de ayer. Las mejores son las de ayer, porque nos interesaron ayer y nos siguen interesando hoy. Y, parafraseando al poeta, porque a nuestro parecer cualquier cita pasada fue mejor(1) . Las de hoy, aunque ahora nos entusiasmen, tendríamos que revisarlas mañana para juzgarlas con perspectiva.
Debo reconocer, no obstante, que, a causa de las típicas prisas bloguísticas, Cita a las Diez se nutrirá principalmente de los resaltados de libros electrónicos que hemos leído en los últimos años: es más fácil, se pueden localizar al instante y las expresiones se copian sin necesidad de teclearlas. Y, aunque sean de ebooks, son subrayados igualmente desvalidos, sin perspectivas de redención. De ahí que el origen de la mayor parte de nuestros epigramas sean libros (Citas librescas), aunque también hay sitio para frases singulares de películas, series o canciones, o para las oídas por ahí (Citas audiovisuales), y para las recogidas en medios de comunicación o en Internet (Citas mediáticas).
2) Subrayadores compulsivos
Como subrayadores compulsivos, el blog nos ayuda a darle sentido al tiempo que perdimos resaltando frases que nunca hemos vuelto a repasar. La cosa es más o menos así: marcas un texto porque te ha encantado y consideras que deberías cavilar sobre él, pero, como tienes algo de prisa, o porque deseas avanzar en lo que estás leyendo, prefieres dejarlo para disfrutarlo más tarde con calma.
La idea no parece mala, pues al subrayar remites una actividad estimulante para los tiempos muertos: cuando te abotargue el tedio releerás ese texto y retornarán a tu mente los pensamientos y las emociones que te causó en su momento y que te llevaron a registrarlo.
Pensábamos que esos textos resaltados, esos… ¡no volverían!
Por supuesto, en tu fuero interno sabes que eso no es lo que va a suceder, y, en efecto, eso es lo que sucede, de modo que ni cavilas sobre ese texto en el instante en que lo descubres ni después. Porque resulta que los tiempos muertos son muertos por definición: nos aburrimos, pero no nos apetece hacer otra cosa, como releer esas frases que hemos destacado con tantas esperanzas de futuro goce emocional o intelectual. Si acaso, preferimos emplearlos en subrayar otras frases con la vana ilusión de que un buen día podremos apreciarlas como se merecen.
Como cantaba otro poeta en unos versos no menos célebres, sabes que esos subrayados, esos… ¡no volverán!,(2) pero sigues subrayando, o cazando al vuelo frases que oyes por ahí o que escuchas en una canción o una película. Un esfuerzo tan obstinado como baldío.
Hasta ahora; eso se acabó, pensé entusiasmado cuando me iluminó la insólita visión de editar un blog de citas. Con su estímulo, con su insaciable hambre de entradas, me dije ufano, rebuscaré entre los viejos libros de papel y entre anotaciones perdidas en hojas inencontrables.
3) Desconocidas
Es sabido que pululan por Internet innumerables webs de frases célebres, a veces organizadas por temas o por autores. Recogen miles de expresiones más o menos afortunadas o ingeniosas, pero, ay, recogen siempre las mismas. Y las publican una tras otra, sin respiro, sin tiempo para la reflexión, echando a perder la gratificante sensación de haber descubierto algo único.
Este blog es único porque no alberga las típicas citas célebres más allá de lo estrictamente necesario, signifique eso lo que signifique, de modo que ―casi siempre― certificamos la originalidad de nuestras copias.
Certificamos la originalidad de nuestras copias
Ahora bien, somos conscientes de que, gracias a Cita a las Diez, con el tiempo nuestras frases se convertirán en afamados apotegmas, y se replicarán sin respiro en incontables webs de citas. Es un precio que hay que pagar por ser estrictamente originales.
4) Sabiduría comprimida
¿Por qué nos gustan tanto las citas? Porque las citas, al ser cortas, nos hacen creer que condensan la sabiduría en píldoras. Lo cual nos exime de tener que leer textos largos, como este. Si somos capaces de repetir una frase de Einstein nos sentimos más cerca de comprender la teoría general de la relatividad.
Se pierden algunos matices, sí, pero se gana mucho tiempo libre. Si se pudiera sintetizar un librito de 120 páginas en una sola frase, habríamos ganado exactamente de cuatro a ocho horas(3). Ya lo dijo Baltasar Gracián: “Lo breve, si bueno, dos veces bueno”. Una sentencia, por cierto, con la que podemos dar, si no por leído el tratado en el que la incluyó el autor en 1647 (Oráculo manual y arte de prudencia), sí por comprendido. Con lo cual resulta irrelevante comprobar si el mencionado volumen ―una recopilación de aforismos comentados― es breve, y por tanto dos veces bueno, o voluminoso. Y tampoco, en aras de la concisión, es preciso saber que el escritor aragonés añadía: “Y aun lo malo, si poco, no tan malo”.
5) Vida al gusanillo
El objetivo de Cita a las Diez, sin embargo, es no matar el gusanillo, de modo que convertimos las citas en títulos entrecomillados (entre comillas inglesas) que llevan a un texto más largo.
Aquí las citas se utilizan como cebo para hacer proselitismo de una obra, de un autor, de una película: esto me gusta, me parece tan bueno que quiero que los demás lo disfruten; es algo que todo el mundo debería leer o escuchar, “everybody must get stoned”, que diría Bob Dylan (Rainy Day Woman # 12 & 35, Blonde on Blonde, 1966). Lo cual, por cierto, no significa que “todo el mundo debería ser apedreado”, como afirman tantas traducciones internetianas(4).
6) Insubrayables y supersubrayables
Esta encomiable labor proselitista se ve enturbiada porque hay libros extraordinarios que no aguantan un subrayado. Un subrayado aislado, quiero decir. A lo mejor habría que resaltar una página o un capítulo entero, pero una cita medianamente corta parece misión imposible o, peor aún, tarea ímproba. Para resolver este engorro, en Grandecitas damos cobijo a frases tan largas que ni a nosotros nos parecen apropiadas para un título. Así que no las ponemos en el título, sino justo debajo, como una cita inicial.
7) Fuera de programa
Como no todo va a ser positivo, en ocasiones incurrimos en antiproselitismo: estas frases nos parecen tan falsas y engañosas que queremos resaltar la trampa. O inducen al error, vete tú a saber si de forma intencionada o no. O, simplemente, meten la pata. Las tildamos de Frasecitas y, aunque también las llevamos al titular, las encerramos entre comillas angulares.
A diferencia de las anteriores, los Gazapos y culebras que hemos visto por ahí casi nunca son intencionados, pero de vez en cuando nos hacen tanta gracia o nos cabrean tanto que no nos queda más remedio que compartirlos.
Puede que los autores sean otros, pero las frases son nuestras
Tampoco es que encajen como un guante las Imágenes en un blog de citas, pero qué es eso de prescindir de las fotos, con lo bien que quedan.
Y, ya puestos, no rechazamos la inclusión de noticias relacionadas o no con las citas, con los colaboradores del blog o con lo que nos apetezca. Se etiquetan tal cual, Noticias (y no “noticitas”, como propuso un colaborador un poquitito cursi).
En estos tres últimos casos, el título, como no es un epigrama ni una frasecita, va sin comillas, con la esperanza de no confundir al lector.
8) ¿Por qué Cita a las Diez?
Porque nos gustan los juegos de palabras. Para justificar el nombre, procuramos publicar las frases a las diez. No todos los días, claro, ni todas las semanas, pero al menos todos los meses. Personalmente juzgaría imperdonable no producir un mínimo de una cita anual.
9) Personales
Aunque las máximas que sacamos a la luz sean ajenas, son muy personales. Y cuando digo “muy personales” me refiero a las personas que hacemos el blog, no a los autores iniciales. Como explico más arriba, somos nosotros quienes las hemos descubierto. Es más, no me extrañaría que a sus creadores les hubieran pasado desapercibidas. Por tanto, hago saber que Cita a las Diez se reserva el derecho de propiedad intelectual de las frases que publica. Puede que los autores sean otros, pero las citas son nuestras.
Y no siempre salen de la pluma de autores distantes; algunas son de cosecha propia, porque a veces se nos ocurren cosas destacables, aunque nunca estemos seguros de que no nos limitamos a reproducir algo que otros hayan dicho, cantado o escrito antes. Las llamamos Autocitas.
10) Pero abiertos
En ocasiones no nos resistimos a homenajear a los descubridores de frases secretas que también nos gustaría haber atrapado, a los que por descontado reconocemos la propiedad intelectual que en justicia les corresponde por su hallazgo. Se agrupan en la sección Segundas citas.
(1) Jorge Manrique (siglo XV), Coplas a la muerte de su padre.
(2) Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), Volverán las oscuras golondrinas.
(3) En el libro 50 asesinatos breves y un prólogo se comete semejante proeza con varias novelas utilizando algoritmos de compresión humanoides. En total se sintetizan más de 50 largos volúmenes en unas pocas páginas cada uno.
(4) “Todo el mundo debería estar colocado”, y no precisamente en el sentido de tener empleo.