El infatigable traductor de obras maestras Ramón Gutiérrez Izquierdo no había quedado del todo satisfecho con la perfección alcanzada en los sonetos de William Shakespeare (Visor, 2011), de modo que ha invertido otros cinco años en llevar en volandas al Bardo un paso más allá de la suprema excelencia del idioma castellano. La nueva versión revisada, que también lleva el sello de Visor, corrige errores de edición y ofrece “mejores soluciones de muchos sonetos”.
Para que el ocioso lector se haga una leve idea de la titánica tarea acometida por Gutiérrez Izquierdo, le diré que los 154 sonetos han sido sometidos a un minucioso despiece quirúrgico para analizar cada uno de los 2.156 versos ―bueno, dejémoslo en unos 1.500 (omite los menos complicados)― con didácticas notas en las que explica al detalle las razones de la traducción elegida. Las notas y el comentario sinóptico de cada composición suman 380 páginas.
A modo de ejemplo, reproduciré a continuación uno de los poemas en español y algunas acotaciones del amigo Ramón. Elijo el que, a mi modo de ver, mejor retrata a Shakespeare: un artista endiosado, sin abuela, reiterativo y plagiario, y al mismo tiempo capaz de engendrar una obra que ha encandilado a casi todos los que se han acercado a ella. Es el soneto 55.
Los 154 sonetos han sido sometidos a un minucioso despiece quirúrgico para analizar los 2.156 versos, con didácticas notas y comentarios sinópticos que suman 380 páginas
Ni el mármol ni los oros de regios monumentos
podrán vivir más tiempo que esta pujante rima,
pues tú aún más radiante refulges en mis versos
que en la gastada losa que el tiempo ensucia encima.Cuando ruinosas guerras derrumben las estatuas
y arrase las murallas su embate destructivo,
ni el fuego de la guerra ni Marte con su espada
incendiarán la estela de tu recuerdo vivo.Contra la muerte y contra cualquier hostil olvido
perdurarás por siempre, y tu loor fecundo
verán ante sus ojos los hombres de otros siglos
que hasta el fin del Tiempo fatiguen este mundo.Hasta que llegue el Día del Juicio y te levantes,
tendrás vida aquí mismo y en los ojos amantes.
Dice sibilinamente Ramón Gutiérrez Izquierdo que este poema “parece inspirado” en los versos 1-8 de la Oda 30 de Horacio (Libro III) y en el final de las Metamorfosis de Ovidio, XV, 871-879, que nos traduce para que no quede ninguna duda sobre la susodicha “inspiración”. Primero, Horacio:
He hecho un monumento perenne más que el bronce,
más alto que las regias pirámides altivas,
que ni la intensa lluvia ni el viento más violento
podrán echar abajo, tampoco innumerables
años encadenados ni el transcurrir del tiempo.
Y ahora, Ovidio:
Y así doy fin a una obra que no podrán aniquilar ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el tiempo destructor. Que ese día, que únicamente a mi cuerpo tiene derecho, acabe con mi vida incierta cuando quiera; pero la mejor parte de mí se elevará hasta las estrellas y viajaré inmortal por las alturas, y mi nombre será indestructible.
“Que ese día acabe con mi vida incierta cuando quiera; pero la mejor parte de mí se elevará hasta las estrellas y viajaré inmortal por las alturas, y mi nombre será indestructible”
Se ve que el concepto le gustó al Bardo, que no solo se lo apropia para el soneto 55, como apunta el amigo traductor. “El soneto está relacionado con otros (17, 18, 19, 65, 81, 107 y, en cierta medida, el 123) que también contraponen el poder de los versos frente a la muerte y al tiempo destructor, y prometen la inmortalidad a la persona cantada”.
Si nos fijamos en el soneto 81, no hay que llegar al penúltimo verso
Tú vivirás por siempre, tal don tiene mi pluma
para comprobar que reitera la misma idea, que ya leímos antes en el verso 5 de este mismo poema
Tu nombre desde ahora tendrá vida eterna
“Resulta irónico”, observa Ramón Gutiérrez Izquierdo, “que, a pesar de la afirmación contenida en el verso, el nombre de la persona cantada no se mencione nunca, ni en este soneto ni en ningún otro”. De modo que, en estos engañosos textos, William Shakespeare nos viene a decir que el nombre que “tendrá vida eterna” será el suyo, aunque a renglón seguido intente desmentirlo al añadir quejosamente: “mientras para el mundo yo quedaré oculto”. Parece que consiguió su verdadero propósito, porque oculto no ha quedado su nombre, de momento durante una eternidad de cuatro siglos, pero quizá no sea exactamente así, como advierte Bill Bryson en el libro que le dedicó al Bardo de Stratford (lo que a su vez, no lo niego, podría devolverle la razón a WS):
No sabemos con certeza cuál es la grafía correcta de su apellido. Como si en ningún caso se tratase de él, de las seis firmas que dejó y se conservan no hay dos que coincidan (y así tenemos «Will Shaksp», «William Shakespe», «Wm Shakspe», «William Shakspere», «Willm Shakspere» y «William Shakspeare»; resulta curioso que no haya utilizado la única forma con la que su nombre ha pasado a la historia). Tampoco podemos aventurar cómo lo pronunciaba él mismo.
De vuelta al descarado autoelogio del artista y de su lírica “eterna”, reparemos en las seis últimas líneas del soneto 18, que transcribo entero por otro motivo, relacionado con la traducción (y no solo porque haya variado notablemente respecto a la edición anterior).
¿Diré que eres acaso como una primavera?
En ti hay más encanto y mucha más dulzura.
En mayo rudos vientos agitan tiernas yemas,
y el plazo de ese tiempo un breve instante dura.El ojo de los cielos a veces se ilumina,
y otras se oscurece su gran fulgor dorado,
y aun lo más hermoso algún día declina,
por natural mudanza o por la suerte ajado.Mas no verás marchita tu eterna primavera,
ni tu hermosura propia verás que languidezca,
ni alardeará la Muerte de verte en sus tinieblas,
cuando en eternos versos tu nombre prevalezca.Mientras respire un hombre y el ojo no lo impida,
tendrán vida estos versos, y te han de dar más vida.
Quienes conozcan el soneto 18, uno de los más famosos de Shakespeare, se sorprenderán al ver que el traductor troca un solo día de verano (‘a summer’s day’) en toda la primavera
Quienes conozcan este soneto, uno de los más famosos de Shakespeare, seguramente se habrán sorprendido por la extemporánea aparición de la primavera, pues en (casi) todas las traducciones que se han hecho al español lo que se menciona es el verano, quizá porque el Bardo escribió summer. Así, el primer verso (Shall I compare thee to a summer’s day?) suele quedar en ¿Debería compararte a un día de verano? y variantes similares, nada que ver con la solución de Ramón Gutiérrez Izquierdo (¿Diré que eres acaso como una primavera?), que transmuta el verano en primavera y un solo día en la estación completa. Qué mejor manera de terminar esta reseña revisada que dándole la palabra al autor de las aparentes incongruencias en la nota explicativa del primer verso:
Como bien explica Astrana Marín, summer no se refiere a la estación que en la actualidad acostumbramos a denominar «verano», pues en la época de Shakespeare el verano ―que hoy se confunde con el estío― comenzaba en la segunda mitad de la estación que actualmente conocemos como «primavera». En apoyo de su observación, Astrana Marín cita a Cervantes y a Quevedo. Además, la equivalencia tópica de la juventud con la primavera y la explícita referencia al mes de mayo en el verso 3 confirman esa lectura. Aparte de esto, cabe recordar que la obra A Midsummer Night’s Dream (que se suele traducir de forma literal como El sueño de una noche de verano) acontece en la transición del mes de abril al mes de mayo ―inicio del summer en la época isabelina―, según se desprende de las palabras de Teseo en el acto IV, I, 131-132 cuando encuentran a los cuatro jóvenes que habían pasado la noche en el bosque: no doubt they rose up early to observe / The rite of May… «No hay duda de que se han levantado temprano para cumplir con los ritos de mayo». A este respecto, vide también John Kerrigan. Por otra parte, day no significa, necesariamente, «día», sino que puede constituir junto con summer una sinécdoque de la estación aludida, y significar period, «periodo», como en 2 Enrique VI, II, 1.2: I saw not better sport these seven years’day, «Mejor diversión no he visto en estos siete años».
De vuelta al soneto 55, solo añadiré, por aquello de tener la última palabra, que, cuando Ramón Gutiérrez Izquierdo escribe “ni el mármol ni los oros de regios monumentos podrán vivir más tiempo que esta pujante rima”, pensé que esta rima castellana, al igual que todas las demás, son obra de RGI, si bien es cierto que “inspirado” en otra obra, compuesta en inglés del siglo XVII por un tal WS. Tal para cual.
Sonetos de Shakespeare: Shakespeare’s Sonnets
Colección Visor de Poesía, segunda edición revisada, 733 páginas
Traducción y edición: Ramón Gutiérrez Izquierdo