Es un consejo de Raymond Chandler a un joven escritor ―resaltado por Marcos Ordóñez― en el libro A mis mejores amigos no los he visto nunca, que recopila correspondencia y textos periodísticos del autor estadounidense de novelas policiales. Rebuscando por ahí, he visto el interés suscitado por otro texto del creador del detective privado Philip Marlowe, El simple arte de escribir, que a lo que parece reúne las mismas o similares cartas. En el blog Club de Catadores, Leonardo Cabrera selecciona algunos pasajes como el que sigue, también referido a jóvenes escritores:
Volví a hacerlo una y otra vez. Pero los jóvenes que quieren que uno les enseñe a escribir no hacen eso. Todo lo que escriben tiene que ser, esperan ellos, para ser publicado. No están dispuestos a sacrificar nada para aprender el oficio. Nunca les entra en la cabeza que lo que uno quiere hacer y lo que puede hacer son cosas por completo distintas.
Y en la bitácora de Elsy Rosas Crespo, Ensayista, hay este otro:
Mi experiencia en ayudar a la gente a escribir ha sido limitada pero en extremo intensiva. Lo he hecho todo, desde dar dinero a futuros escritores para que vivan, hasta darles argumentos y reescribir sus textos, y hasta el momento no ha servido para nada. La gente que Dios o la naturaleza quiso que fueran escritores encuentra sus propias respuestas, y a los que tienen que preguntar es imposible ayudarlos. Son simplemente gente que quiere ser escritora.