«Solo debe responder a la siguiente pregunta exprés»

«Solo debe responder a la siguiente pregunta exprés»

Fotograma del concurso cultural ‘Saber y Ganar’ de Televisión Española, con Jordi Hurtado planteando una “pregunta exprés” (marzo de 2015).
Jordi Hurtado en ‘Saber y Ganar’

Si no lo digo, reviento. Me doy cuenta de que mi reacción puede parecer excesiva, pero llevo una semana aguantando a la espera de un cambio que no llega, así que allá voy:

Después de 4.000 programas y 18 años de emisión, el concurso cultural más veterano de la televisión española, Saber y ganar, ha claudicado.

No discuto que sea difícil resistir las presiones de los comisarios políticos de este Gobierno de asnos que no solo es acérrimo enemigo de la ciencia, la cultura y la ilustración, sino ferviente partidario de imbecilizar a la ciudadanía, quizá para ponerla a su altura. Pero, como fiel fan del programa, esperaba más de su creador, Sergi Schaff, y digna compañía.

“Han elegido la ignorancia”, decía hace unos meses un manifiesto firmado por científicos europeos. Y así nos vienen tratando por aquí, como a perfectos idiotas. Que si el IVA cultural, que si los finiquitos en diferido, que si todo es falso salvo alguna cosa, que no es un rescate sino una póliza de crédito, que si los productos homeopáticos son medicamentos. Todo lo hemos soportado con estoicismo porque sabíamos que nos quedaba el bastión inexpugnable, irreductible, de Saber y ganar. Qué equivocados estábamos.

Como ya sabrán, desde hace una semana el programa ha introducido lo que llama “pregunta exprés”, dirigida a los espectadores, con dos respuestas. Y yo, a mi vez, no dejo de preguntarme, en primer lugar, por qué le llaman exprés, si hay un plazo de unas ocho horas para responder y el presentador, el entrañable Jordi Hurtado, la repite cual charlatán de feria durante un par de minutos y en dos ocasiones, hacia la mitad y hacia el fin del programa, interrumpiendo chillonamente su natural decurso (palabra esta que aprendí o recordé en una reciente emisión).

Es más, ¿por qué le llaman pregunta, si la respuesta siempre es tan obvia que no creo que nadie necesite hacer una consulta en Google para confirmarla? Digamos que el nivel no es el de “¿De qué color es el caballo blanco de Santiago?”, ni siquiera el de “¿De qué color blanco es el caballo blanco de Santiago?”, sino el de “El caballo blanco de Santiago es: a) blanco, b) hipopótamo”.

En fin, que se disfraza de pregunta cultural una apuesta en la que el participante se juega entre 1,23 y 2 euros por un premio semanal de 2.000 euros al que no se sabe cuántos concurren, de modo que es imposible conocer de antemano qué ínfimas probabilidades hay de ganarlo.

Pero lo que más me molesta no es la simpleza de las “preguntas” que se lanzan a los espectadores, tan alejadas de lo que deben responder los concursantes (¿acaso creen que su audiencia está formada por ignorantes?), ni que se disfrace de cultura una apuesta a ciegas, ni las fastidiosas interrupciones del probado ritmo del programa. No. Lo que más me molesta es que todavía quedan ocho o nueve meses hasta las elecciones generales, ocho o nueve meses en los que el proyecto de embrutecimiento contra la funesta manía de pensar puede acabar convirtiendo en una teletienda-telecasino todo el decurso íntegro de Saber y ganar, salvo alguna cosa.

30 DE MARZO DE 2015

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