Y de los libros. Y de los negocios. Y de los ligues. Y de las apuestas bursátiles. Cuántos tipos se creen ―nos creemos― unos genios simplemente porque les salió bien. Vamos, porque tuvimos suerte. Luego, lo examinamos con retrospectiva y le encontramos una explicación razonable y plausible, como si eso fuese lo que habíamos previsto, o intuido, antes. Pero todo lo que es humano es aleatorio, y a lo que depende del azar se le puede acoplar una buena explicación, o varias, solo después de que haya sucedido.
La frase del encabezado es de la policía noruega Beate Lonn, una especialista en análisis de vídeo y comportamiento que tiene “muy desarrollado el gyrus fusiformis, esa parte del cerebro que hace que recordemos las caras”. Pero ya lo había dicho antes el cantante y compositor argentino Sergio Makaroff en Estrella de rock (Un hombre feo, 1997): “Todo plan es perfecto si sale a pedir de boca”.
Lonn trabaja con el investigador de homicidios oslense Harry Hole en Némesis (2002), del escritor noruego Jo Nesbo, que ha convertido a este policía alcohólico en protagonista de una decena de novelas negras (al menos cinco han sido traducidas al español por Carmen Montes y Ada Berntsen para RBA Serie Negra).
Harry Hole es consciente de que las preguntas no suelen llevar a ninguna parte, de manera que a veces cultiva los silencios, como se cuenta en el siguiente pasaje (que me recuerda esta frase de otro detective de ficción):
Harry aguardó. Inmóvil y relajado. Del mismo modo que los zapatos se habían hundido en la gravilla, ahora sentía que el cuerpo se le hundía en el hondo sofá blanco. La experiencia le había enseñado que de todos los métodos para hacer hablar a la gente, el silencio era el más eficaz. Cuando dos personas extrañas permanecían sentadas una frente a otra, como en esta ocasión, el silencio era como un vacío que succionaba las palabras. Permanecieron así durante diez interminables segundos. Vigdis Albu tragó saliva.
En cambio Beate Lonn, quizá por su prodigioso giro fusiforme, confía poco en la gente y mucho en las pruebas.
―Si los jueces y los jurados supieran lo poco fiables que son los testimonios de los testigos en relación con atracos de este tipo, no nos permitirían utilizarlos como pruebas ―aseguró Beate―. Es fascinante el margen de error de las reconstrucciones mentales de los testigos; es como si el miedo les pusiera una lente a través de la cual los atracadores parecen más altos y más negros, las armas, más numerosas, y los segundos, más largos. El atracador tardó poco más de un minuto, pero la señora Braenne, la mujer que estaba en el mostrador más próximo a la entrada, dijo que estuvo en el banco cinco minutos como mínimo. Y no mide 2 metros, sino 1,78. A no ser que utilizase plantillas, lo que tampoco es inusual entre los profesionales.
El margen de error de los propósitos humanos más placenteros no le va a la zaga a esos recuerdos de sucesos violentos. Veamos cómo lo había planificado la estrella de rock de Makaroff:
En la cresta de una ola iba a estar mi domicilio,
las mujeres harían cola atraídas por el brillo
como moscas a la miel, mira qué plan tan sencillo.La vida iba a ser una orgía con gusto a caramelo,
yo tirado todo el día en la proa de un velero
retozando en el heno con mis gatitas en celo.Recostado en almohadones de seda y colocado,
rascándome los cojones con una pluma de pavo,
tocándomelos totalmente alucinado.Todo plan es perfecto si sale a pedir de boca,
todo plan es perfecto si nadie se equivoca,
pero la estrella de rock se estrelló contra una roca.